Javier Pérez Porto

Nació en Moraña,  ayuntamiento de la provincia de Pontevedra, en el año 1980. Hijo de maestro y, como tal, sus estudios hasta los 18 años (hasta COU) los realizó en todos aquellos colegios por los que se fue moviendo su padre (Pontevedra, Crecente y A Cañiza). Su pasión siempre fueron los animales y la naturaleza y su primera vocación era poder estudiar veterinaria, pero como no le gustaba la idea de irse a estudiar fuera de casa finalmente se decantó por hacer la carrera de magisterio y posteriormente la de psicopedagogía, puesto que si algo tenía claro desde el principio era que su labor se dirigiera a ayudar a aquellos alumnos/as y familias que más lo necesitaran. Y eso es lo que hace actualmente, tratar de aportar su pequeño granito de arena en la atención de los niños más vulnerables de su centro, desempeñando la función de orientación en el CEIP San Tomé de Cambados. Además, es coordinador del proyecto Voz Natura gracias al cual intento inculcar a los alumnos/as de su centro una de sus pasiones: la naturaleza. 

¿Nos cuentas una experiencia que te influyó especialmente para innovar en tu forma de educar? 

Sin duda, y por la naturaleza del puesto que desempeño en mi centro, las experiencias que más influyeron en mi forma de entender mi trabajo están todas ellas relacionadas con los aprendizajes que me aportaron los alumnos/as con más dificultades. Una de ellas, y me atrevo a decir que la más enriquecedora de todas, está relacionada con la historia de una niña con TEA que estuvo escolarizada en nuestro centro hasta los 15 años de edad. Llegó al centro con tres años, curiosamente el mismo año que llegué yo, y se fue con 15, por lo que estuvimos juntos 12 cursos (que se dice pronto). Gracias a ella aprendí, entre muchas otras cosas, la importancia de la funcionalidad de la enseñanza y de la significatividad del aprendizaje, tanto para niños con necesidades como para el resto. Soy de los que pienso que todo lo que se enseña tiene que ser funcional para la vida y todo lo que se aprende debería permanecer. Lo que se memoriza sin sentido se olvida, pero lo que se aprende significativamente perdura en la memoria de cada uno. 

Por ello considero que la innovación debe consistir en buscar aquellas metodologías, estrategias, recursos,… que sirvan y sean más adecuados para atender las necesidades de todos y cada uno de nuestros alumnos/as de forma significativa y funcional, ya que algo puede ser muy novedoso e impactante pero si no cumple el objetivo final de llegar a alumno/a no tiene sentido. Por ello, mi forma de innovar consiste en tratar de buscar todo aquello que sea productivo, sin descartar lo que ya está creado y funciona, pero dispuesto siempre a crear recursos nuevos cuando estos se hacen necesarios, y partiendo siempre de una máxima: todo aquello que es bueno y funciona con los niños con necesidades es doblemente bueno para el resto de nuestros alumnos/as. 

¿Nos cuentas una anécdota?

Uno de los episodios de mi experiencia trabajando con niños que nunca olvidaré fue el primer día que me incorporé a un centro educativo para trabajar como profesor de pedagogía terapéutica. Tenía 24 años y fue en un instituto del ayuntamiento de Arteixo. Llegué allí para cubrir una sustitución de una profesora que había causado baja por enfermedad. Nada más llegar al centro me informan de cuál va a ser mi aula, destacando que está formada por cinco chicos/as de entre 14-15 años con problemas de conducta. Cual fue mi sorpresa que cuando entro en el aula veo a uno de esos niños sentado en la ventana del aula con un pie fuera y otro dentro. Nada más verlo, y sin que yo pudiese articular palabra, me dice: “profe, si me tiro por la ventana te cae el pelo nada más llegar, eh?” Parecerá curioso, pero desde aquel momento me di cuenta de que no me equivocara de profesión y de que lo que realmente quería ser era poder llegar a ser útil a todo aquel alumnado y familias a los que la vida, por las razones que sean, no les pone las cosas fáciles.  Por cierto, con el paso del tiempo a mi algo se me cayó el pelo, pero por culpa de la edad, ya que ese día hablando y entendiendo la situación de aquel niño no se tiró por la ventana. 

¿Una reflexión/cita/idea/persona inspiradora? Elige lo que quieras

Soy una persona que valora mucho el poder levantarse todos los días con ilusión y con ganas de hacer cosas nuevas, por lo que mi filosofía de vida tiene siempre presente la idea de que hay que vivir cada momento y tratar de ver lo positivo de las cosas que te suceden. Aunque no sea tarea fácil, tenemos que aprender a valorar mucho más lo que tenemos y disfrutar de ello. Disfruto plenamente yendo a mi colegio diariamente, y trato de implicarme al máximo en todos aquellos temas que me rodean. Eso lo aprendí de mi padre, maestro de profesión y de vocación,  que sin duda me inspiró y me inspira diariamente en mi trabajo. De él aprendí a valorar lo importante que podemos llegar a ser los profesores en la vida de nuestros alumnos/as por lo que la implicación y rigurosidad ha de ser la esencia en nuestro trabajo. 

¿Una sugerencia a las personas educadoras para innovar en educación?

Innovar también es atender cada vez más y mejor a aquel alumnado que más atención necesita, por eso mi consejo es nunca perder la paciencia y no desesperar, sobre todo con aquellos alumnos/as más difíciles, ya que con disposición y trabajo los logros tarde o temprano terminan apareciendo, y no hay nada más gratificante como maestro que poder llegar a decir que con tus aportaciones formas parte de un trocito de la vida de todos y cada uno de los alumnos con los que trabajaste.  Sin duda, en alguna etapa de sus vidas los profes llegamos a ser “influencers” de nuestros alumnos, por lo que estemos bien atentos a la llegada de ese momento para no desperdiciar esa oportunidad.